EnViva magazine article on Surf y Cocina en Puerto Escondido

Surf y Cocina en Puerto Escondido.

Surfing and Mexican Cooking Classes in Puerto Escondido.

Un viaje de surf y cocina en Puerto Escondido

Surf and cocina. The Mexican Cooking Class. Market Tour. Cook Now!

Molcajete-Dina-Rubi

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Making guacamole in the molcajete. Photo by Dina Rubí.

 
Por Brian Overcast

En mi último viaje a Puerto Escondido, una frase del autor italiano CesarE Pavese se volvió mi mantra: “No recordamos los días; recordamos los momentos”. Por ello, en vez de pasar el tiempo tomando el sol en la playa, decidí hacer algo nuevo: aprender a cocinar algo más sofisticado que hot cakes y hacer algo que nunca imaginé, algo extremo: Surfear.

 

or lo general, la gente aprende a surfear cuando es joven e inquieta. No soy ninguna de las dos. Los más intrépidos se imaginan cabalgando las olas, pero yo sólo podía imaginarme resbalando de la tabla, cayendo de cabeza directo en una ola que esperaba revolcarme en sus garras. Por suerte, David Salinas, director de la escuela de surf Puerto Surf, me libró inmediatamente de mis temores: “En tres olas lograremos que te levantes”.

 

David y sus hermanos son muy conocidos en Puerto Escondido por sus habilidades surfistas. No es de sorprender que gente de todo el mundo viaje hasta aquí para aprender a deslizarse sobre las olas en su campamento de surf. Aunque suene a chiste, en mi clase había un argentino, una chica francesa, un norteamericano  tatuado, dos mexicanos y tres alemanes grandotes. Y es este crisol de nacionalidades e idiomas el que hace de Puerto Escondido un lugar único. De hecho, un taxista me comentó: “los extranjeros son parte de Puerto Escondido. No están aparte, como en otros sitios turísticos más grandes”. Sin duda, todos vienen aquí por la misma razón: para surfear.

 

En una mezcla de inglés y español, David repasó con nosotros las instrucciones de seguridad, y después nos enseñó la movida cobra básica que nos llevaría de una posición postrada a quedar erguidos. Ahí, tirados sobre el pasto en esa agradable tarde, todo sonaba bastante sencillo.

 

La siguiente mañana, ya en el agua, las cosas se volvieron algo más complicadas. Salí remando con las manos sobre una gruesa tabla para principiantes, y escuchaba mientras David me explicaba cómo era la tranquila rompiente de Playa Carrizalillo. Luego me dirigió de nuevo hacia la playa, me dio un empujoncito cuando se acercó la ola, y gritó: “¡Párate, párate!”, lo que olvidé cómo hacer justo en ese momento, y me quedé paralizado sobre una rodilla antes de tirarme al agua. Volví a salir remando con las manos para intentarlo una y otra vez, acercándome cada vez un poco más, y en cada ocasión David me decía que casi lo lograba. ¡Hasta consiguió que me lo creyera!

 

Con la ola número cuatro, sucedió lo imposible. ¡Me levanté! ¡Ahí estaba, deslizándome sobre el agua, surfeando! Jamás olvidaré ese momento. Incluso tengo una foto para comprobar que ocurrió, cosa que recomiendo ampliamente; lo malo es que te darás cuenta de que la ola sólo medía como medio metro.

 

No pude evitar sonreír al recordar la experiencia mientras subía los escalones hasta mi hotel, Villas Carrizalillo, que tenía vista al lugar de la clase de surf. Por cierto, si lo único que quieres hacer en Puerto Escondido es relajarte, este hotel es el lugar perfecto para lograrlo. Puedes olvidarte de todo con un itinerario como este: tumbarte en la playa, tomar un coco fresco, subir al hotel, darte un chapuzón en la alberca y ver cómo se tambalean los amateurs del surf mientras disfrutas una margarita en el restaurante del hotel, El Espadín.

 

Zicatela y La Punta
Ahora que sabía un poco más de surf de primera mano, estaba ansioso por llegar a Playa Zicatela, la famosa “pipeline mexicana”, para ver cómo algunos de los surfistas de verdad cabalgaban las grandes olas. Lo que aprendí en mi clase matutina fue a tener aprecio por lo que hacen los surfistas, la fuerza que necesitan para poder nadar hasta el otro lado del oleaje, y el ritmo y la destreza que son necesarios para agarrar una ola. Ese surfista que crees que sólo quiere apantallar a las chicas (que podría también ser el caso) está más en contacto con el ritmo del océano de lo que tú y yo jamás estaremos. Te puede decir si la marea está subiendo o bajando, cuándo llegará el siguiente grupo de buenas olas, e incluso la forma en que la dirección del viento las afectará.

 

Zicatela significa “lugar de grandes espinas”. Creo que “lugar de grandes olas” sería más apropiado. En noviembre, cuando se lleva a cabo el Torneo Internacional de Surf en este lugar, las olas llegan a tener más de seis metros de altura. Esta es una playa amplia, llena de restaurantes y bares, que hacen muy placentero ser espectador de surf. Eso sí, es recomendable llevar un par de binoculares para acercarse a la acción.

 

Hacía mucho calor, y como necesitaba una tregua del Sol, crucé la avenida Morro, donde hay más tiendas, restaurantes y hoteles. Me asomé a Kuhl Frozen Yogurt, pedí un helado y me dejé caer sobre una silla para disfrutar del aire acondicionado. Ya repuesto, subí a un taxi para ir más al sur, a La Punta.

 

No hay lugar donde el sabor internacional de Puerto Escondido sea más evidente que en La Punta. La rompiente cerca de las rocas llama la atención de los surfistas intermedios, y la playa angosta está repleta de espectadores, malabaristas, hippies y artistas del tatuaje, muchos de países lejanos, todos asoleándose en la cálida luz del crepúsculo.

 

Mi misión imposible: El mole
Un desafío más me esperaba en Puerto Escondido: aprender a hacer mole. Igual que con el surf, que nunca me imaginé capaz de practicar, jamás pensé que podría pasar de abrir un frasco de mole y agregarle caldo, a prepararlo desde cero.

 

Esto pasaba por mi mente cuando pusieron frente a mí el desayuno, una omelette de queso y epazote. Estaba en Villa Lili, un Bed and Breakfast que ofrece una manera íntima de experimentar Puerto Escondido, con apenas siete habitaciones, alberca y jacuzzi. Un poco más tarde, fui a echar un vistazo a la cocina y tuve la gran fortuna de ver cómo preparaban ceviche de camarón y ceviche de sierra.

 

Luis Chávez, propietario de Villa Lili, tenía los ingredientes listos y picados en distintos platos: pimientos rojos y naranjas, mango amarillo, pepinos y limones. Se le veía concentrado mientras medía cuidadosamente el tiempo de cocción de los camarones, “un minuto y 15 segundos, ni más ni menos”, me explicó. El último paso era mezclar los ingredientes. El resultado fue un ceviche fresco y colorido. Como ya había acordado reunirme con mi maestro de mole en el mercado, me perdí la preparación del ceviche de sierra, aunque Luis me aseguró que cualquier huésped puede entrar a la cocina para ver cómo se prepara una variedad de platillos.

 

Son pocos los turistas que se aventuran hasta el mercado de Puerto Escondido, pero vale la pena el paseo, aunque sea sólo para comprar un poco de mole o chocolate para llevarle a la familia y amigos. Mientras saboreaba un licuado de guayaba en Jugos Vanessita, llegó mi maestro, Tony the Mexykan. Tras las debidas presentaciones, fuimos de compras. Él se movía sin prisa, a velocidad costeña, agachando su cuerpo de 1.93 metros para entrar y salir de lugares familiares, examinando cada chile y verdura para verificar su frescura.

 

Él es parte de un contingente de extranjeros, la mayoría italianos, que han hecho de Puerto Escondido su hogar. De vuelta en su cocina personal, limpiamos los camarones mientras los chiles se asaban y escuchábamos música setentera mexicana. Tony se tomó el tiempo de mostrarme cuáles chiles sólo se encuentran en esta parte de Oaxaca, como el chile de agua, y cómo se debe preparar cada uno de ellos.

 

“No sé por qué a este platillo le llaman mole amarillo; es más bien rojizo y anaranjado”, me comentó mientras salíamos al patio a cortar hoja santa para saltear el camarón. Todo fluía en esta cocina: los frijoles negros y el arroz estuvieron listos a tiempo, y me reí para mis adentros cuando me imaginé intentando lo mismo en mi cocina. Mejor disfrutar de este momento, y de la cremosa y tibia salsa de mole vertida sobre los jugosos camarones; una delicia con la nota picante perfecta.

 

Es cierto, a veces sólo vamos de vacaciones para escaparnos de todo, y no hay nada de malo en ello. Pero después de este viaje, me di cuenta de que las experiencias de aprendizaje que busqué me acercaron más a la gente y me llevaron a lugares de Puerto Escondido a los que normalmente no me habría aventurado. Éste fue el México auténtico, y vaya que me dejó un buen sabor de boca.

Mexican Cooking Classes in Puerto Escondido, Oaxaca.

About Tony

A Gabacho Chef in Mexico
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